11 feb 2008

2 EXPERIENCIAS 2

Les presentamos 2 experiencias de trabajo de campo realizadas desde el Taller de Comunicación Comunitaria de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA. La primera fue realizada con un grupo de mujeres del barrio Ramón Carrillo con quienes se trabajó desde la temática de violencia de género, y la segunda -escrita en forma de entrevista- da cuenta de un proyecto de cine debate en un Centro de Jubilados del barrio de Villa Luro.

EXPERIENCIA 1: Red Comunitaria contra la Violencia de Género

¿Qué podemos decir acerca de nuestra experiencia de trabajo durante cuatro meses en el barrio Ramón Carrillo junto con la Fundación Alicia Moreau de Justo y la Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante la segunda mitad de 2006?

Al principio sentimos el increíble peso de la levedad: dos estudiantes de Ciencias de la Comunicación en el cuarto año de nuestra carrera: ¿Qué podríamos hacer desde el terreno de la comunicación comunitaria en un barrio por conocer, y encima con gente del gobierno?

Sin embargo... emprendimos una experiencia que logró transformar radicalmente la manera de sentir lo que hacemos.

Desde el principio nuestras expectativas eran proponer un trabajo que tenga dimensión territorial y que constituya un pequeño aporte a algo que se venía trabajando desde hace muchos años. Desde esta perspectiva, fuimos construyendo juntas la propuesta que nos pareció que complementaba el trabajo en el barrio con una experiencia de anclaje en el campo comunicacional: Un taller de comunicación junto con la realización de una serie de spots radiales sobre prevención de la violencia.

En el barrio, descubrimos que el trabajo es complejo e implica un imbrincado tejido de relaciones y articulaciones que van desde el comedor donde se juntan las promotoras de salud -que son del barrio- para capacitarse en atención a mujeres víctimas de violencia familiar, pasando por el Centro de Salud Comunitario que se encuentra a pocas cuadras de allí, hasta la radio donde desarrollamos la última etapa de esta experiencia.

Después de estos primeros acuerdos, desacartonándonos de las empolvadas aulas de Ramos Mejía (Facultad de Ciencias Sociales), las cosas se fueron precipitando de una manera extraordinaria: los talleres se convertían poco a poco en un espacio donde compartimos miedos, alegrías, juegos y debates; las grabaciones de los spots fueron realizados por las promotoras del barrio en el estudio de radio de la facultad de Sociales y fueron emitidos en una radio local, donde se transmitieron durante ¿cuánto tiempo fue? Un montón ¡Y a las promotoras les ofrecieron el espacio radial para un programa semanal! Creemos que fue una muy buena experiencia.

Autor: Noelia López


EXPERIENCIA 2: Ciclo de Cine en un Centro de Jubilados de Villa Luro

COMUNITARIAS HOY: Auto Entrevista exclusiva a Johanna Retta, Mariela Gimenez y Leandro Braier (grupo de alumnos del taller)

Ayudar al jubilado mediante la solidaridad” fue lo primero que escucharon al llegar. Sin saber bien qué podían hacer ni qué hacían en ese Centro de Jubilados, pero dispuestos a dejar su huella dentro de la institución, se dispusieron a trabajar.

Paralelo al inicio de un ciclo de cine argentino llamado “¡Viejos son los trapos!” promovido por el Gobierno de la Ciudad, surgió la oportunidad de intervenir en el Centro de Jubilados “Villa Luro Central”. Entraron en contacto con los integrantes del centro y con ellos, con todas sus problemáticas y posibilidades. La demanda era evidente: había que acercar a los socios entre ellos y con otros centros. De ahí surgió la necesidad de crear un espacio de reflexión.

El ciclo de cine comenzó el día 24 de abril del 2007 y con él un arduo trabajo como comunicadores, aquel del cual ni siquiera tenían aún mucha noción. La intervención formó parte de esa propuesta. Al finalizar cada película, su desafío pasaba por generar ese espacio poniendo en juego los conocimientos que iban adquiriendo con el desarrollo de la materia.

¿Qué ocurrió finalmente en el momento de la intervención? ¿Pudieron los tres ilusos estudiantes comunicólogos encauzar su objetivo? ¿Pudieron hacerlo en conjunto con los jubilados y de forma participativa? En entrevista exclusiva con “Comunitaria HOY”, los tres integrantes del grupo de intervención nos responden con lujo de detalles.

¿Qué pensaron cuando les plantearon que tenían que hacer una intervención?

JOHANNA: La incertidumbre era lo único que compartíamos en ese momento. Sentiamos una gran expectativa por ver realmente con qué nos encontraríamos.

¿Y cómo empezaron?

JOHANNA: El proyecto parecía lo suficientemente encaminado. El comienzo estaba pautado para la semana siguiente a nuestra decisión, factor que nos exigía ponernos rápidamente a tono con el rumbo del proyecto y buscar nuestro propio espacio a desarrollar. De repente, sin tener demasiado tiempo para reflexionar, junto con Leandro y Mariela ya nos encontrábamos planeando nuestros momentos y horarios para proyectar cuál sería nuestra intervención y las actividades que realizaríamos.

¿Apenas llegaron ya sabían qué iban a hacer?

JOHANNA: Más o menos. Nuestro objetivo era construir un espacio de reflexión. Si bien el ciclo estaba pautado para llevarse a cabo durante seis semanas, nuestro desafío pasaba por encontrar la forma de generar ese espacio de reflexión al término de cada film. Nos reuníamos con esa búsqueda de planear actividades que resultaran no sólo atractivas y divertidas sino también que pudieran adecuarse a las personas con las que trabajaríamos.

¿Y cómo las planificaron?

JOHANNA: El grupo no era homogéneo dadas las circunstancias del evento que lo tornaban abierto a la participación de cualquier persona, lo que nos orientó a planificar las actividades según el desarrollo que cada encuentro nos dejaba. Es cierto que el desaliento nos envolvía cada vez que, llegada la hora, no sólo eran pocos los que concurrían al Centro sino también pocos los que se quedaban al debate posterior. Experimentamos esas instancias en que el frío tampoco parecía estar de nuestro lado…

LEANDRO: Los participantes nunca se iban después de las ocho de la noche, ya que muchos debían caminar para volver a casa.

¿Qué se encontraron finalmente cuando fueron?

JOHANNA: El momento de conocer a la organización fue tanto o más grato de lo esperado. la generosidad brindada tanto por los directivos como por los socios logró que siempre nos sintiéramos bienvenidos.

LEANDRO: Sí. Además, la primera proyección fue tranquila.

MARIELA: Yo particularmente estaba muy nerviosa.

LEANDRO: Bueno, sólo sufrimos tensión al principio, intentando solucionar algunos problemas técnicos, debidos en parte a la ineficiencia de funcionarios del Museo del Cine así como a características del equipo de sonido del Centro que no se habían tenido en cuenta. Ya desde ese momento de crisis, sin embargo, comenzamos a aunar esfuerzos con la gente de la Subsecretaría (Geraldine y sobre todo Adrián, el chofer, que con sus conocimientos técnicos de sonido colaboró muchísimo) y con Mario Peccia, cuestión que, en definitiva, me lleva a pensar que quizá el conflicto favoreció un poco el compañerismo general, incluso por parte de la gente que asistió.

Pero ese día ustedes no intervinieron. ¿Cómo fue el viernes siguiente?

MARIELA: Ya había mucha más gente (alrededor de cincuenta espectadores).

LEANDRO: Supongo que habíamos hecho una buena presentación del ciclo.

MARIELA: Y fue este el día más problemático respecto de lo técnico. Adrián no estaba y Leandro fue el único que supo hacer andar la consola, que estaba conectada a un gran equipo de sonido que no funcionaba correctamente.

LEANDRO: Tuve que arreglarme prácticamente solo con una consola, conectada a un gran equipo que rodea toda la sala pero en el cual (descubrí aquel día) dos parlantes correspondientes al canal derecho no funcionaban. Esto hizo que sólo se escuchara el canal izquierdo en el que, desgraciadamente, estaba más realzado el sonido ambiente que las voces. De haber sabido más quizá lo hubiera solucionado. La cuestión es que la película se escuchó así hasta su término, y esto no generó una buena sensación en los asistentes. A mi mismo me costaba entender los diálogos, y no tengo los problemas auditivos que muchos de ellos tendrán.

MARIELA: Muchas partes del film no se habían entendido. Sobre todo las situaciones cómicas. Y fue por eso que a pesar de todo, el humor que muestra la película (era “El hijo de la novia”), los problemas de sonido terminaron acentuando el trasfondo más dramático: el mal de alzheimer que padece una de sus protagonistas.

LEANDRO: El personaje de Norma Aleandro (para colmo).

MARIELA: Mientras se desarrollaba la película hablábamos con Laura Bottini, colaboradora de la Subsecretaría, quien nos dio ciertas pautas sobre cómo tratar con personas de la tercera edad. Cuando terminó la película, lo primero que observé fueron las lágrimas de todos los presentes y en ese momento nos tocaba presentar la consigna.

El Hijo de la Novia es una comedia ¿por qué lloraban tanto?

LEANDRO: Como dice Laura: “El alzheimer es el fantasma de la Tercera Edad”. Por supuesto que lo primero que hicimos fue rogarle de rodillas para que hablara por nosotros, pero a ella le pareció que estabamos preparados para enfrentar el momento y así fue como me encaminé hacia el frente de la sala. Tomé impetu y comencé a hablar, preguntándoles qué les había parecido la película. La respuesta general fue “muy triste” o “muy dura”, lo cual no incentivó demasiado mi labia. Sin embargo, me las arreglé para señalar que, si bien a todos nos había causado una particular tristeza el problema de la enfermedad de Norma, lo que veíamos como superador era el amor que se tenían con Nino, que iba más allá del paso de los años y de cualquier enfermedad. A continuación, intentando disipar lo más rápido posible el clima, los invité a la actividad que habíamos pensado, pero se complicó. La gente quería hablar más sobre la película.

MARIELA: Algunos dieron una visión interesante, comentando sus propias historias pero otros hicieron hincapié en los males que los aquejan.

LEANDRO: Mi estereotipo respecto de la tercera edad parecía confirmarse. Afortunadamente, vino Mariela a salvarme de la hoguera.

MARIELA: El ambiente no era de lo más ameno, por ende no se podía llevar a cabo la actividad. Casi sin pensarlo me dirigí hacia el micrófono y traté, mientras Johanna y Leandro repartían los polvorones que habíamos traído especialmente para esta ocasión, de incentivar a la gente a que realice la actividad, que sería postergada para el viernes siguiente: “así como Nino pudo cumplir el sueño de Norma de casarse por iglesia, todos tenemos pequeños sueños que, quizás hayamos cumplido o no pero si uno quiere realmente se pueden cumplir.” La consigna para ellos sería pensar y escribir, durante la semana, cuáles son o fueron sus sueños a lo largo de su vida. Muchos aceptaron favorablemente la consigna y una de las espectadoras, María Estela, se animó a decir, en ese momento, que aún le restaba por cumplir el sueño de tener una pareja.

¿Y después?

LEANDRO: La función del viernes siguiente fue una de las más alegres.

MARIELA: Fue por suerte mucho más distendido. Gran parte de los que asistían a ver el film “Besos en la frente” ya nos conocían y nos saludaban muy amablemente. En este encuentro casi no hubo problemas en el sonido y la película se pudo disfrutar sin inconvenientes.

¿Qué actividades propusieron?

LEANDRO: Relacionando las tres películas vistas hasta el momento llegaba la hora de plasmar los sueños en papel. Para eso, frente a una presencia que se mantenía, y a pesar de que temíamos que los problemas en funciones anteriores hicieran decaer la concurrencia, la asistencia fue similar y, sobre todo, concurrieron los más allegados. María Estela, Nelly y Eduardo, con su espíritu inquieto, estuvieron ahí. Fue entonces que les propusimos escribir sus sueños en nubes de cartulina, leerlas entre todos y pegarlas en un afiche.

MARIELA: Para mí este encuentro fue uno de los mas divertidos.

LEANDRO: Ya teníamos una sensación más profunda de lo que podíamos esperar de los participantes y qué expectativas tenían ellos de nosotros. Habíamos aprendido mucho. Ya los abuelos no eran gente protestona y aburrida (como el estereotipo manda) sino que muchos de ellos eran gente entusiasta y activa que, motivada por actividades, abrían ante todos el cofre de sus anhelos y experiencias.

MARIELA: Yo viví una situación que jamás me habría imaginado. Sin pensarlo para esta ocasión me puse una remera que tenía una frase en inglés bastante provocadora pero ingenuamente nunca le había prestado atención ya que muy pocas veces la había usado. Sin embargo, grata fue mi sorpresa cuando un matrimonio que estaba sentado en la ronda se acercó hacia mí y me tradujo la frase textualmente y, con picardía, me dijo que no necesitaba usar una remera con tal frase para seducir a los hombres, que ellos tenían que hacerlo solos. Tras la experiencia pasada, me di cuenta que muchas veces nos equivocamos al estereotipar a los abuelos como gente seria y aburrida sino que muchos de ellos son gente simpática y alegre.

LEANDRO: El momento de pegar y leer los sueños delante de todos fue uno de los más emotivos del ciclo.

MARIELA: Cada uno se hacia cargo de lo que escribía y se alegraba al escuchar los sueños de los demás.

LEANDRO: Ese día comenzó a vislumbrarse el gran talento natural de Johanna para acaparar la atención y las ganas de los viejos, así como la de Mariela por seducir a algunos de ellos.

Risas.

LEANDRO: Para Sol de Otoño, la película siguiente, ya la relación con todo y todos era muy distinta. Lo técnico parecía haberse solucionado (al menos a medias). Con un solo parlante frontal manteníamos un sonido sucio pero comprensible, aunque la consola seguía dándonos buenos dolores de cabeza. Con la gente de la Subsecretaría había mucha más confianza y con la gente ya directamente un compromiso. Ese día, al llegar, nos vino la información de que la actividad de los sueños había sido muy comentada durante la semana. Al ir a ver el afiche (que habíamos dejado dispuesto para que cualquiera pudiera completarlo con más sueños) nos sorprendió verlo despegado de la pared y estirado sobre una mesa. La profesora del Taller de la Memoria había escogido trabajar en base a él en su clase. Eso también nos hizo sentir muy bien, así como que Mario nos felicitara por la actividad.

¿Cuál era la meta a lograr en ese encuentro?

LEANDRO: Luego de la película y otra vez junto a la cálida compañía del té y el mate cocido, debíamos afianzar los vínculos ya constituídos.

MARIELA: La consigna era anudarse el hilo a un dedo y pasar el ovillo a otro cualquiera de la ronda pero se debía decir previamente el nombre propio y el de quien le pasó el ovillo.

LEANDRO: A la vuelta, debía seguirse el mismo recorrido pero en lugar del nombre debía asignarse un adjetivo que pudiera describir a la persona siguiente.

JOHANNA: Por supuesto, a quién mandaron a explicar esa choclada…

LEANDRO: Pero vos habías demostrado tu gran capacidad…

JOHANNA: Claro, claro…

LEANDRO: El tema es que ibamos por la primera parte del juego, muy divertido y festejado por la mayoría (a pesar de un par de traspiés) cuando la puerta se abrió y llegó Mario. Con una voz grave y autoritaria (que nunca le habíamos escuchado) ordenó a todos que nos fueramos ya que eran pasadas las siete de la tarde, horario de cierre del Centro. Esto no pudo menos que sorprendernos, porque habíamos arreglado con anterioridad el hecho de que las actividades de los viernes harían que este horario se extendiera un poco más. La sensación que generó fue la de inmediata e irreflexiva obediencia. “Es bravo Mario”, “Sí, chicos, vamos a tener que dejarlo para otro día” decían. Afortunadamente, habíamos culminado la primer parte del juego y estábamos todos anudados como moscas en la telaraña comunitaria; ya no quedaba un modo más ágil y práctico que cumplir con la segunda parte. Con apuro pero no sin simpatía los epítetos se sucedieron. “Churro bárbaro” le dijeron a Eduardo, cuyo sonrojo casi no le permitió a su turno pensar el adjetivo. Afortunadamente, mientras Ianina hablaba con Mario en el hall de entrada, pudimos terminar con nuestra actividad en paz. Con Esperando la Carroza también nos sorprendimos. Mucha gente continuaba protestando por el sonido y me culpaba casi exclusivamente a mí (yo había dado la cara sucesivas veces). Por suerte los diálogos ya se los sabían de memoria.

MARIELA: Pero debido al frío, vino muy poca gente y fueron muy pocas las personas que se quedaron después del film. Al ver que éramos no más de diez personas preferimos no hacer el psicodrama que habíamos planeado y simplemente elegimos tomar el té y charlar sobre las propuestas para la última función del ciclo. Nuestra idea era hacer una gran fiesta, pero no sabíamos bien cuándo se haría. Para esto planteamos nuestra idea de cerrar el ciclo con una celebración pero dijimos que para que se realizara el festejo eran muy importantes sus opiniones.

LEANDRO: Las propuestas fueron buenas y entusiastas.

MARIELA: Si bien algunos pidieron tango y otros folklore la mayoría estaba de acuerdo en escuchar música de su época. Casi todos pidieron que se realizacen actividades recreativas y juegos. Además Leandro y Johanna comentaron que habría un catering. Todas las sugerencias fueron anotadas en el afiche que habíamos dispuesto para escribir el clasificado que no pudimos hacer por falta de tiempo el viernes anterior.

Ya se venía la última…

MARIELA: Sí. El viernes siguiente a esta función no hubo actividades debido a que era feriado y el centro tenía planeadas otras cosas. Pasada la semana sin actividades nos encontraríamos nuevamente para el último encuentro del ciclo. Si bien había mucha gente, y esto se debió estimo a que nuevamente habría chocolate con medialunas, no se encontraban allí ni María Estela ni Nelly ni Eduardo, y eso me causó cierta tristeza. Sin embargo, pude encontrarme con algunas personas que habían concurrido al ciclo en este último tiempo.

LEANDRO: Otra vez no vimos allí a María Estela ni a Nelly ni a Eduardo, y eso nos llevó a confirmar nuestra decisión de que sería fallido organizar la fiesta. Sin embargo, sí estuvieron allí el otro Mario, Susana y otras personas que habían sido más fieles al ciclo durante el último tiempo. Serían ellos quienes lograrían finalmente emocionarnos.

MARIELA: El sonido en esta ocasión fue impecable aunque era la última función por primera vez no hubo problemas técnicos.

LEANDRO: Se escuchó como nunca. Con Ianina nos encontramos con que finalmente habíamos logrado entender cómo funcionaba la consola. (risas) A diferencia de las otras funciones, luego de la película no nos sentamos en una ronda de sillas como de costumbre sino a lo largo de una mesa.

MARIELA: Al terminar la función repartimos unas piezas de rompecabezas hechas en cartulina en las que cada uno debía escribir qué se llevaba del ciclo. Luego, debían buscar la pieza que encajara con la suya y recién entonces ir a pegarlas a un afiche. El juego gustó y ninguno tuvo problemas en preguntar a los demás por la coincidencia.

JOHANNA: Poco a poco, todos se fueron acercando para hacer concordar su pieza con alguna otra. La frase que se fue armando entre confusiones y sorpresas, decía: NOSOTROS QUEREMOS. Luego de leer y sorprendernos una vez más con la calidez de las palabras que nos dedicaban, propusimos que quien quisiera tomara el fibrón y tratara de completar la frase alrededor del afiche. Las expresiones nos transmitieron un profundo afecto, un apego inesperado, y una atención evidenciable en sus miradas agradecidas tanto como las nuestras al observar las palabras que nos dirigían. A medida que cada uno escribía, íbamos leyendo, entre la labor de continuar la actividad planeada y la emoción que nos desbordaba por dentro. Poco a poco, el salón se fue vaciando, dejando cada uno su saludo, su agradecimiento, su expectativa de volver a vernos. El mejor momento para neutralizar la tristeza fue posar para la foto grupal que tanto trabajo le costó a Leandro acomodar para que estuviéramos todos.

LEANDRO: Qué querés, eramos más de treinta.

Pero qué frases les pusieron en el afiche.

JOHANNA: Y…. no me acuerdo todas. Algunos pusieron debajo de Nosotros Queremos: “que vuelvan”. Me acuerdo que había una que decía “juventud de ustedes + experiencia nuestra = amistad” o algo así.


¿Cómo ven que funcionaron como grupo?

JOHANNA: La predisposición y el diálogo con mis compañeros, no dudo, fue fundamental para la propia instancia de planificación como también para encontrar las funciones que mejor pudiéramos desarrollar. Fue así como pese a mi profunda timidez y la negativa a asumir papeles que pudieran activar cierta "fobia escénica", me asombré de encontrarme, con el aval de mis compañeros, tomando la palabra, aquella que nos permitió captar la atención de los jubilados y generar un reconocimiento que a muchos nos descolocó, a la vez que podían observar mi emoción por la calidez y el cariño de esas personas, hasta hacía poco tiempo tan desconocidas. Cada uno tuvo sus aptitudes e inconvenientes particulares. Por su parte, allí estaba Mariela, que apremiada por tener que concurrir a otra clase después de cada encuentro, sufría la tensión del momento que contrastaba con su paciencia para acomodar las galletitas que traía para compartir después de la película. Y ni hablar de las oportunidades que llegaba tarde producto de una charla jugosa que compartía con alguno de los socios que no la dejaba partir. Y Leandro que, como figura masculina que escaseaba en el centro, era objeto de admiración por parte de muchas de las socias...

LEANDRO: Che, tampoco fui el único…

MARIELA: Shhh…

JOHANNA (risas): Su participación en el área de sonido (al tener más conocimientos que cualquiera de nosotras), hizo que lo catalogaran como el "técnico del equipo", y al cual también dirigieran sus más contundentes críticas respecto de las fallas de sonido, además de la atención que generaba al introducir una película o una actividad.

¿Qué se llevaron ustedes de la experiencia?

LEANDRO: Podríamos decir que la experiencia fue muy positiva para todos, tanto para los participantes como para nosotros, si bien nuestro proyecto, así como nuestros ánimos, sufrieron numerosos altibajos.

MARIELA: La enseñanza que me dejó esta experiencia es que la juventud no es una etapa que va desde los quince hasta los treinta años sino que la juventud es algo que se lleva en el espíritu y no importa la edad que uno tenga.

JOHANNA: No fueron pocas las veces en que la emoción nos invitaba a dejar el Centro con una sonrisa y una alegría interna que no considerabamos posible en tan corto tiempo. La misma culminación del ciclo nos dejó esa sensación gratificante de haber significado algo, que de la nada pudiéramos conformar ese gran grupo de trabajo orientados a ese espacio con dedicación junto a un grupo de jubilados que, aunque inconstante, también compartía ese agradecimiento hacia nosotros con el reconocimiento que ello implicaba, y que aún lo hace. Cuando el otro día fuimos a visitar el Centro, el gesto fue una gran sonrisa que expresaba: "Hola chicos, ¡pero que linda sorpresa!"

Autores: Leandro Braier, Mariela Gimenez y Johanna Retta

___________________________________________________________________________________
Taller de Comunicación Comunitaria
Cátedra: Nelson Cardoso
Docente: Ianina Lois
Carrera de Ciencias de la ComunicaciónFacultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires